La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Una canción,
una canción,
llena las calles
de la ciudad.
Canta el martillo,
canta el motor,
ya canta el brazo
trabajador.
Las herramientas
tienen cantar.
Lo canta el hombre
al trabajar.
Todas las manos
se van a alzar,
un solo puño
las unirá.
¡Pueblo de España
ponte a cantar!
¡Pueblo que canta
no morirá!
Pueblo que canta
no morirá.