La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Que me ha hecho tu mirada
Se ha quedado aquí en mi mente
Me cautiva la razón.
Me observas en silencio
Cuando te sigo de lejos
Negando a tu fiel amor.
La noche se hace fría
Los deseos se agonizan
Se entristece el corazón
Coro
Me encuentro perdido,
Estoy confundido,
Recuerdo en silencio tu voz.
Tu voz que penetra,
En mi cuerpo en mi alma,
No olvido en ti encuentro perdón.
Son tan dulces tus palabras
Que me envuelven a mí me atrapan
Agonía tu canción.
La canción que me levanta
Que me llama y que me aleja
De esta absurda tentación.
Si preguntas si te amo
Mi respuesta es que te adoro
Con mi mente y corazón
Coro
Me encuentro perdido,
Estoy confundido,
Recuerdo en silencio tu voz.
Tu voz que penetra,
En mi cuerpo en mi alma,
No olvido en ti encuentro perdón.
Y este amor, con tres días le basto
No murió, con poder se levantó,
Vives tu vivo yo.
Coro
Me encuentro perdido,
Estoy confundido,
Recuerdo en silencio tu voz.
Tu voz que penetra,
En mi cuerpo en mi alma,
No olvido en ti encuentro perdón.
Perdón que del cielo,
Bajó siendo niño,
Ese niño murió por mi amor.
Te amo a ti, Te amo a ti,
Tan solo a ti.
Te amo a ti, Te amo a ti,
Tan solo a ti.
Vives tú y vivo yo