La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Miro tu poder, tu inmenso amor,
Tu fidelidad eterna, no encuentro error.
Quisiera yo ser quien piensas...
Quisiera ser ángel,
para poder cantar,
Los himnos de gloria a mi rey celestial
Quisiera ser rey para poder traer
Bronce plata y oro, incienso, mirra y poder
Talvez un poeta para escribir
Mis mejores estrofas, versos del corazón
Quisiera haber sido un profeta mayor
Para anunciar al gran rey
Solo soy aquel que intenta ser
Un siervo fiel en la sencillez
Con la capacidad de poder entender
Que no es una canción tampoco el poder
Solo un corazón enamorado.... de ti
Pusiste tus ojos, en mi corazón
Llenaste mi boca, de tu canto Señor
Quisiera yo ser quien piensas...
Quisiera haber sido un gran pintor
Con mis manos mostrar tu gran creación
Pero soy tu hijo, que te ama Señor
Que escucha tu voz y tu tierna canción
También soy tu amigo, agradecido yo estoy
De ser tu creación Tu eres mi inspiración
No seré un profeta, no seré un pastor,
No seré el primero, tampoco un gran Señor
No seré el cantante, no seré el pintor
Solo un corazón enamorado... de ti