La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Si yo te dejo, sin ti me muero,
Se van las ganas de vivir donde me quedo,
Se van los sueños, no tengo almohada,
Si yo me alejo de tu amor y tu mirada.
Si yo te dejo, ya nada importa,
Se van las ganas de comer, nada me engorda,
Si tengo un lío nadie me saca,
Si tengo frío y me resfrío nada me tapa.
Si yo te dejo seguro que me muero,
Y mi corazón lleno de resignación,
Te llorará y luego se arrepentirá,
Por despreciar este amor que todo me lo dio.
¡Ay Dios mío bendito!
Si yo te dejo, el aire falta,
La melodía de mi canción ya tu no cantas,
La flor se muere, el sol se apaga,
Sin tu consejo y tu calor la vida acaba.
Mi alma se empolva, mi risa llora,
El calendario del adoro se agota,
El tiempo pasa y se desbarata,
Yo reconozco que sin ti no quiero nada.
Coro:
Si yo te dejo seguro que me muero,
Y mi corazón lleno de resignación,
Te llorará y luego se arrepentirá,
Por despreciar este amor que todo me lo dio.