La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Usted señora, enredó
En unas redes de Sol
Y viví penando
Hasta que el cielo abrió
El viento norte no me ayudó
Y miraba a otro lado usted, sin ver
Que me moría de amor
No la culpo, señora
Quién podría creer
Tanta locura
Y ahora usted duerme
Y no dejo de mirar
Sus ojos de menta
Y la boca que, hasta recién
Me hizo olvidar
Tanto penar
Y miraba a otro lado usted, sin ver
Que me moría de amor
No la culpo, señora
Quién podría creer
Tanta locura
No hago más que cantarle
Cada hora y fracción
Esta, mi confesión
Y ahora usted duerme
Y no dejo de mirar
Sus ojos de menta
Y la boca que, hasta recién
Me hizo olvidar
Tanto penar
Y me encuentro cantando
Absurda a media voz
Esta, mi confesión
De amor
Y me encuentro cantando
Como un gil esta canción
Que la canté cuarenta veces
En Hong Kong