La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Era un hombre bueno y del bosque
Y comía frutos por demás
Podia sentir que era el viento
Y la lluvia que asoma
Quería saber que se siente
Vivir cerca de la gran ciudad
Y pudo ver lo que traen tus ojos
Es la irá que llevan
Dime, dime que se siente vivir sin armonia
Se ha perdido en las noches del tiempo
Y a probado el sabor del ahora
En lo profundo del silencio
Se lamenta como esta
Ahora más extraño y más viejo
Espera la luz que lo guíe
De regreso a su inmenso bosque
Y ya nunca más sufrir