La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
¿Quién como el Señor?
¡No hay nadie!
¿Quién como el Señor?
¡No no no no no hay nadie!
¿Quién como el Señor?
¡No hay nadie!
¿Quién como el Señor?
¡No no no no no hay nadie!
Si Dios es con nosotros
¿Quién contra nosotros?
El cumple sus promesas
¡No hay nadie como Él!
¿Qué hay quien nos separe?
del amor de Cristo
El cumple sus promesas
¡No hay nadie como Él!
¡Nadie como Él!
¿Quién lo comparará?
¿Quién lo hará?
¿Quién se atreverá?
Pues como Él no hay nadie
¡Como Él no hay nadie!
¡Como Él no hay nadie!
¡Como Él no hay nadie!
¿Quién como el Señor?
¡No hay nadie!
¿Quién como el Señor?
¡No, no, no, no, no, no hay nadie!
¡No, no, no, no, no, no hay nadie!