La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Como el ciervo brama por las corrientes de águas
Así clama por tí, ¡oh Dios, el alma mía!
Mi alma tiene sed de Dios, sed del Dios vivo
Y mis lágrimas han sido mi alimento
Mientras me dicen ¿tu Dios dónde está?
Dentro de mí yo derramo mi alma
¿Por que te abates, oh alma mía?
¿Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, aún lo alabaré
Como el ciervo brama por las corrientes de águas
Así clama por tí, ¡oh Dios, el alma mía!
Mi alma tiene sed de Dios, sed del Dios vivo
Y mis lágrimas han sido mi alimento
Mientras me dicen, ¿tu Dios dónde está?
Dentro de mí yo derramo mi alma
¿Por que te abates, oh alma mía?
¿Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, aún lo alabaré
Espera en Dios, espera en Dios, espera en Dios, aún lo alabaré