La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Eres la trampa que no supe evitar en el suelo
Eres alcohol en la herida, la mentira el deseo
Mi meta en el horizonte, que a cada paso se aleja
La paradoja de fermi, mi mitad incompleta
No puedo distinguir si es bueno para mí
Tenerte tan presente
Cuando todo se derrumba yo
Todo se derrumba yo
Yo te echo tanto de menos
Oh te echo tanto de menos
Oh te echo tanto de menos
Maldito el día y la hora
Llevamos años cayendo sin llegar nunca al suelo
Tu siempre tan poderosa, poderosa
Capaz de todo de golpe y de pasar a otra cosa
No sé si debo olvidarte o intentarlo de nuevo
Las horas muertas se vuelven frías como un invierno
No sé si debo olvidar o arrodillarme de nuevo, de nuevo
Cuando todo se derrumba yo
Todo se derrumba yo
Todo se derrumba yo
Yo te echo tanto de menos
Te sigo echando de menos
Te sigo echando de menos
Te sigo echando de menos
Te echo de menos