La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
A ella que le gusta que todos la nombren
Con una guitarra y un bombo legüero
A ella que le gusta que le enciendan coplas
Por eso te nombra mi canto Monteros
A ella que me viera de chango mirando
Al ingenio tibio corazón de hierro
A ella que las cañas la visten de verde
Por eso te nombro en mi canto Monteros
Y más dulce que tus guarapos
Son las niñas que hay en tu pueblo
Sé que por tus venas de azúcar despierta
Toda la alegría mi linda Monteros
A ella que el poeta la vio tempranera
Tarareando duendes de vinos pateros
Y dejó en su cielo la rosa galana
Por eso te nombra mi canto Monteros
A ella que en noviembre le pide a los grillos
Otra vez el canto del hombre zafrero
A ella que le gusta que le enciendan coplas
Por eso te nombra mi canto Monteros