La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Condenado a servirte
Y a quererte sin maldad
Batallando y luchando en cien jardines de cristal
La noche oscura y triste se derrumba ante su altar
Y el néctar del veneno es un hechizo sin maldad
Pudiendo ser el fuego del Sol
El frío del mar
Los ojos del bien
La historia del ser
Que fue una vez un héroe de nada
Y en su voz se escucha el clamor de una mujer
Que no tiene más a dónde acudir
Si no es a mi para no sufrir
Después del frío ocaso
Un nuevo día llegará
Y una nueva leyenda
Sobre ti se tejera
Más de este crudo invierno
Tu ya nunca más podrás salir
Pues tu cuerpo de furia encerrado se quedará
Pudiendo ser el fuego del Sol
El frío del mar
Los ojos del bien
La historia del ser
Que fue una vez un heroe de nada
Y en su voz se escucha el clamor de una mujer
Que no tiene más a dónde acudir
Si no es a mi para no sufrir