La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Que mi vida entera esté
Consagrada a Tí Señor
En mis labios al hablar
Hablen solo de Tu amor...
Lávame en tu sangre, Salvador
Límpiame de toda mi maldad;
Traigo a Tí mi vida, para ser, Señor:
¡Tuya por la eternidad!
Que mis pies tan sólo en pos
De lo santo puedan ir
Y que a Tí Señor, mi voz
Se complazca en bendecir
Lávame en tu sangre, Salvador
Límpiame de toda mi maldad
Traigo a Tí mi vida, para ser, Señor:
¡Tuya por la eternidad!
Soy para ti... Señor
Voy tras de Ti, con todo
Y sin reservas viviré...
Voy tras de Ti, con todo
Todo mi amor, yo te daré...
Voy tras de Ti, con todo
Y sin reservas viviré...
Voy tras de Ti, con todo
Todo mi amor, yo te daré...
Lávame en tu sangre, Salvador
Límpiame de toda mi maldad;
Traigo a Tí mi vida, para ser, Señor:
¡Tuya por la eternidad!
¡Tuya por la eternidad!