La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
No te salgas de mis brazos,
sigue echada así en la hierba,
quiero andarte paso a paso,
recorrerte como hiedra.
No te salgas de mis brazos,
que hoy mis brazos son cadenas,
porque quiero que mis manos
hoy de ti se queden llenas.
Cuando el sol se esté ocultando,
y en tus ojos brillen las estrellas,
y en mi espalda sienta el frío
de la oscura noche que se acerca;
yo te soltaré despacio
de mis brazos ya sin fuerzas.
Te sacudirás el pelo
para que jamás nadie lo sepa,
nos iremos con el alma
y con el cuerpo con olor a hierba.
No te salgas de mis brazos,
sigue echada así en la hierba,
quiero andarte paso a paso,
recorrerte como hiedra.
Quiero que nos confundamos
con el campo y con la tierra,
como espiga y como árbol,
como rama y hoja seca.
Cuando el sol se esté ocultando...