La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Olvidaré tu mirada
Tu piel tan suave y tan lisa
Olvidaré lo que quieras
Pero jamás tu sonrisa
Olvidaré tanto bueno
Lo malo lo olvido aprisa
Olviraré tantas cosas
Pero jamás tu sonrisa
Ella refleja el encanto
De la alegria de la infancia
El misticismo de un santo
Y una exquisita elegancia
Olvidaré esa tu mano
Que me brindo tus caricias
Olvidaré lo que quieras
Pero jamás tu sonrisa
Ella refleja el encanto
De la alegria de la infancia
El misticismo de un santo
Y una exquisita elegancia
Olvidaré esa tu mano
Que me brindo tus caricias
Olvidaré lo que quieras
Pero jamás tu sonrisa
Pero jamás tu sonrisa
Pero jamás tu sonrisa