La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Recorrí los caminos del amor
Y resigné en olvidarte
Conocí las espinas de esa flor
Que tanto amé y que olvidaré
¡Se acabó, terminó!
Todo terminó
Aquel amor que nos juramos
¡Se acabó, terminó!
No quier llorar
Ya no pienso en ti
No, no voy a llorar
Si es que tú, no vas a volver
Si, yo te olvidaré
Pero no, no voy a llorar
Recorrí los caminos del amor
Y resigné en olvidarte
Mi corazón, se cansó de insistir
En un amor cobarde