La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Hoy grabé tu nombre en mi corazón
Dibujé tu imagen en mi interior
Un jardín sembré para nuestro amor
Donde tú serás mi única razón
Traigo primaveras para estrenar
Y una vida para poderte amar y tengo
Manantial de caricias
Un remanso de paz
Un pedazo de cielo
Una estrella fugaz
Te regalo un poema
Que te inspire soñar
Un volcan de te quieros
Que no olvides jamás
Te quiero, te quiero
Y por ti yo me muero
Te quiero, te quiero amar
Hoy pondré en tus manos mi porvenir
Yo sé que a tu lado seré feliz
Colgaré a tu cuello mi voluntad
Y seré la muestra de tu bondad