La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Buena como nadie, linda como el sol,
reinaba por su pinta en el salón.
Bailando un tango nació nuestro romance,
mientras la orquesta tocaba estos compases.
Cuatro compases que alegraron
mi triste corazón
con tu divino amor.
Tango milongón,
suave y compadrón,
que puso el encanto entre mis brazos.
Hoy, junto al calor
de su tierno amor
enterré la angustia de un fracaso.
Ya no lloro la maldad de aquélla;
¡ahora vivo tan feliz con ella!
Suena bandoneón,
que mi corazón
quiere esos compases recordar.
Cuatro compases milongueros
que fueron la emoción
de un nuevo y dulce amor.