La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
En tu gran amor, tomaste mi lugar,
Llevando sobre ti, mi culpabilidad,
No lo puedo imaginar, como fuiste a soportar,
El dolor de tus heridas,
Pues me amaste sin medidas.
Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad,
No merecía tanto amor.
En tu gran amor, tomaste mi lugar,
Llevando sobre ti, mi culpabilidad,
No lo puedo imaginar, como fuiste a soportar,
El dolor de tus heridas,
Pues me amaste sin medidas.
Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad.
Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad,
No merecía tanto amor.