La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Olvidé cuidar mi huerto por cuidar huertos ajenos
Olvidé labrar la tierra que hay en mi
Olvidé sentarme a solas y escuchar ahí tu voz
Olvidé cerrar mis ojos y sentir
Y se secó el río que llenaba mi interior
La fuente que a mi huerto vida dio se secó
Ven y reposa sobre este huerto
Que su fragancia perdió
Vuelve a llenarme de tu presencia
Ven a saciarme otra vez
Otra vez, sacíame, otra vez
Olvidé voltear a verte, limité mi devoción
Descuidé aquellos momentos de oración
Olvidé que detenerme era casi obligación
Y corría cada día sin control