La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Madrecita del alma querida
En mi pecho yo llevo una flor
No te importe el color que ella tenga
Porque al fin tú eres madre una flor
Tu cariño es mi bien, madrecita
En mi vida tú has sido y serás
El refugio de todas mi penas
Y la cuna de amor y verdad
Aunque amores yo tenga en la vida
Que mi llenen de felicidad
Como el tuyo jamás madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar
Aunque amores yo tenga en la vida
Que mi llenen de felicidad
Como el tuyo jamás madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar
Madrecita del alma querida
En mi pecho yo llevo una flor
No te importe el color que ella tenga
Porque al fin tú eres madre una flor
Tu cariño es mi bien, madrecita
En mi vida tú has sido y serás
El refugio de todas mi penas
Y la cuna de amor y verdad
Aunque amores yo tenga en la vida
Que mi llenen de felicidad
Como el tuyo jamás madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar
Aunque amores yo tenga en la vida
Que mi llenen de felicidad
Como el tuyo jamás madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar
Madrecita del alma querida
En mi pecho yo llevo una flor
No te importe el color que ella tenga
Porque al fin tú eres madre una flor
Tu cariño es mi bien, madrecita
En mi vida tú has sido y serás
El refugio de todas mi penas
Y la cuna de amor y verdad