La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Abre las hojas del viento, mi vida
Ponle una montura al río
Cabalga, y si te da frío te arropas
Con la piel de las estrellas
De almohada la luna llena, mi vida
Y de sueño el amor mío
Y una amapola me lo dijo ayer
Que te voy a ver, que te voy a ver
Y un arcoiris me pintó la piel
Para amanecer contigo
Y una amapola me lo dijo ayer
Que te voy a ver, que te voy a ver
Y un arcoiris me pintó la piel
Para amanecer contigo
Cierra la noche y el día, mi vida
Para que todo sea nuestro
Y una gran fuga de besos
Se pose sobre tu boca
Y que el trinar de las rosas, mi vida
Te diga cuánto te quiero
Y una amapola me lo dijo ayer
Que te voy a ver, que te voy a ver
Y un arcoiris me pintó la piel
Para amanecer contigo