La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Dime si me vas a querer
soy hombre de poco hablar, Consuelo
no tengo na(da) que ofrecer
un conuco, un gallo y un lucero
Y la luz de la mañana
que entra por mi ventana, cielo
y los ríos y la montaña
y el viento que peina tu pelo
yo quisiera ofrecerte el mundo y no puedo
Ná me tienes que ofrecer
tu mirada es lo único que quiero
dormiremos cuando el día
se acueste encima del potrero
Y los grillos harán su canto
entre yerba y pasto soñaremos
y de tanto amor tu cuerpo
hará de mi vientre lo que espero
un retrato de tu cariño, te quiero