La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
El resplandor del padre
Desde la eternidad
Por tu palabra todo hecho fue
Las cosas que creaste
Revelan tu obrar
Y todo tú lo hiciste para que
Podamos ver
Glorioso eres, jesús
El mayor deleite, tú
Poder inigualable
Tu amor no tiene fin
No hay sacrificio igual
Viniste a tu vida dar
Día y noche nos unimos
Al canto celestial
Glorioso jesús
El polvo de la tierra
Viniste a respirar
Y con el quebrantado a habitar
Tú fuiste rechazado
Te hiciste maldición
Serás mi gozo por la eternidad
La eternidad
Estás sentado en gloria
A la diestra de dios
La muerte tú venciste
Y nos salvaste
Y aunque no puedo verte
Un día regresarás
Y todo enmendarás, al tú venir
Y todo enmendarás, al tú venir