La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Temprano el mismo organillo
En la entrada del callejón
Hizo volar la canción
Que en invierno nos despertó
Y al escucharla di vuelta
La página treinta y dos
Del libro donde pusiste
Los pétalos de una flor
Y cuando los vi
Algo brilló
Algo de ti, que había olvidado
De noche el viento que sopla
Escondido en el corredor
Hizo volar unos naipes
Que había en el velador
Y al ordenarlos de nuevo
Y dejarlos junto al reloj
Aparecieron los signos
Que el tiempo ha guardado
Y vi un corazón
Un rey y un diez
Y me acordé
De esta historia de amor