La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Llegó el momento, muchachos, de alejarme
de la patota alegre de nuestra juventud.
La vida me llama, pues voy a casarme
y es ella un tesoro de amor y virtud.
Copáronme la banca perdiendo la parada
donde me había jugado con ansia el corazón,
me voy de la rueda, perdón muchachada,
si queda el vacío por mi deserción.
Mi noviecita que allá me espera,
con su ternura de madrecita,
porque es su sueño, dulce quimera,
de una esperanza que necesita
de los amores de un calavera,
que a sus afanes jamás engañará.
Aunque olvidarla quisiera, no podría,
porque ella es toda mi fe y la vida mía.
Su peregrina gracia, divina,
encadenó mi amor con su candor.
Si vieran la pebeta, muchachos, qué tesoro,
como ha sabido hacerse querer por este bacán.
Sus negros ojazos, su pelo de oro,
unieron por siempre mi amor y su afán.
Hoy que vuelco el codo de mi triste vida,
colmado ya mi anhelo, me sangra el corazón
y siento en mi pecho que se abre la herida
que cruel anticipa la separación.