La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Somos tu pueblo, y hoy venimos humillados ante ti
Somos tu pueblo, necesitados de ti
Hemos pecado, hemos dejado tu camino y tu verdad
Nos humillamos, nuestra tierra sana hoy
¡Sánanos, sánanos!
Es el clamor de este pueblo, humillado ante ti
¡Sálvanos, sálvanos!
Es la oración de tus hijos, postrados ante ti
¡Sánanos, sánanos!
¡Sánanos, sánanos!
Somos tus hijos
Reconocemos nuestro orgullo nuestro error
Somos tus hijos
Te pedimos hoy perdón
¡Sánanos, sánanos!
Es el clamor de este pueblo, humillado ante ti
¡Sálvanos, sálvanos!
Es la oración de tus hijos, postrados ante ti
¡Sánanos, sánanos!
¡Sánanos, sánanos!
Invocamos hoy tu nombre, y buscamos tu favor
Que tu luz nos alumbre, para honrarte a ti, Señor
¡Sánanos, Señor!
¡Sánanos, sánanos!
Es el clamor de este pueblo, humillado ante ti
¡Sálvanos, sálvanos!
Es la oración de tus hijos, postrados ante ti
¡Sánanos, sánanos!
¡Sánanos, sánanos!