La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Alguien dijo
Nada hay nuevo bajo el sol
Todo es vanidad
Nada más qué esperar
Pero tú haces todo nuevo
La línea crucé
Y ahora vivo por fe
Un millón de veces cantaré
Por un millón de días te veré
Tu espíritu me lleva a donde estás
Un millón de veces más
Yo quiero más
Nadie ha visto lo que tú vas a hacer
Nadie puede imaginar
Lo que está por llegar
Porque tú haces todo nuevo
La línea crucé
Y ahora vivo por fe
Un millón de veces cantaré
Por un millón de días te veré
Tu espíritu me lleva a donde estás
Un millón de veces más
Un millón de veces cantaré
Por un millón de días te veré
Tu espíritu me lleva a donde estás
Un millón de veces más
Yo quiero más
Un millón de veces lo mereces
De un millón de himnos tú eres digno
Un millón de veces cantaré
Por un millón de días te veré
Tu espíritu me lleva a donde estás
Un millón de veces más