La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Enciende una luz
Y déjala brillar
La luz de Jesús
Que brilla en todo lugar
No la puedes esconder
No te puedes callar
Ante tal necesidad
Enciende una luz
En la oscuridad
Como pues invocaran
A aquel en el cual no han creído
Y como creerán
En aquel de quien no han oído
Y como oirán
Si nadie les predica
Hermosos son los pies
De los que anuncian la paz
Las buenas nuevas de Jesús