La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Tú fuiste aquella canción de cuna en el desvelo de la preocupación
Tú le diste cura a las heridas que atentaron a mi corazón
Fue tu mirada escudo y armadura, cuando en la batalla tuve miedo
Las cicatrices aunque hoy duelen son trofeos, de tu victoria y de mi credo
Tú acariciaste mi cabello aquella noche de soledad
Tú fuiste la mano que sostuvo mi tropiezo en el caminar
Y sé que fuiste tú aquellos brazos donde mi cansancio se hizo vuelo
Y con tu música me levanté del suelo, fuiste la escucha y el consejo
Fuiste Tú: el que puso las manos por mis clavos
El que puso los hombros a mi cruz
El que por mi condena dio su vida, fuiste Tú
Tú fuiste el susurro en mis oídos, fuiste calma en la tempestad
Tú fuiste la corrección fraterna y el rescate en mi necedad
Tal vez será que son muy pobres mis sentidos para haberte visto en el pasado
Pero hoy la fe me deja ver, y me ha mostrado que siempre estuviste a mi lado
Fuiste Tú: el que puso las manos por mis clavos
El que puso los hombros a mi cruz
El que por mi condena dio su vida
Fuiste Tú: el que puso la espalda a mi flagelo
El que entregó su sangre por mi Cielo
El que por mis cadenas dio su cuerpo, fuiste Tú
Aunque no te pueda observar
Y mis oídos no te puedan escuchar
La Fe corrige mis sentidos
Porque yo creo, sé que estás aquí conmigo