La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
Y más la piedra dura porque esa ya no siente
Pues no hay dolor más grande
Que el dolor de ser vivo
Ni mayor pesadumbre que la vida consiente
Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto
Y el temor (y el temor) de haber sido
(De haber sido) y un futuro terror
Y el espanto (y el espanto)
Seguro (seguro) de estar mañana muerto
Y sufrir por la vida y por la sombra y por
Lo que no conocemos y apenas sospechamos
Y la carne que tienta con sus frescos racimos
Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
Y no saber adonde vamos ni de donde venimos
Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto
Lo que no conocemos y apenas sospechamos