La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Despierta el sol, que sale al viento, va caminando sobre océanos el sol
No interesaron muchos sus movimientos porque el baile de la luna apareció
Y lo escupió, y entre sonrisas secas, un suave néctar a sus rayos obsequió
Lo hizo pensar la triste garantía de vivir largo tiempo pero muerto en vida
Y él la vió, mirando las estrellas
Nada oyó, más que esas voces blancas
Pero no la deslumbra el alba
Y bailará a pesar del naufragio
Quiso danzar y reírse de todos, satelital fue el baile de ocasión
Aparecer y mostrar su gran cara, para al cielo humillar sin compasión
Devoró al sol, apagó su brillo, su luz radiante en trozos le partió
Y su ambición de alumbrar al mundo ya no existe acá