La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
No queda nada entre tú y yo
Que se me muera el corazón
Que el mundo deje de girar
Que ya no brille más el Sol
Que no se acaben las botellas
Quiero brindar solo por ellas
Y las canciones pa'llorar
Que ahora me voy a emborrachar
Por ella, por ella, no más por ella
Y que me vean llorar de amor
No importa cuanto sea el licor
Yo lo que quiero es olvidar
Y que se acaben las botellas
Quiero brindar solo por ella
Por la que no me quiso amar
Y que se acuerde que a la vida
Nunca nada se lo olvida
Y que recuerde que mi amor
Se lo entregué sin condición
A ella, a ella, no más a ella
Y que me vean llorar de amor
No importa cuanto sea el licor
Yo lo que quiero es olvidar
Y que se acaben las botellas
Quiero brindar solo por ella
Por la que no me quiso amar
Y que se acuerde que a la vida
Nunca nada se lo olvida
Y que recuerde que mi amor
Se lo entregué sin condición
A ella, a ella, no más a ella