La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Llamaras a mi puerta, cuando un día la vida
Maltratada y vencida, te obligue a retornar
Tú llamaras muy fuerte
Yo he de sentirme triste
Mas nunca he de abrirte
Cuando usted me oiga llorar
Callado sufriré la angustia de esperar
Jamás podrás saber de mi eterno llorar
Tú llamaras muy fuerte
Yo he de sentirme triste
Mas nunca he de abrirte
Cuando usted me oiga llorar
Callado sufriré la angustia de esperar
Jamás podrás saber de mi eterno llorar
Llamaras a mi puerta, que ha de sentirme triste
Mas nunca he de abrirte
Aunque me oiga llorar.