La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
En la cruz se lavó todo lo que mi alma tanto cargó
Fuiste tú, mi Jesús quien pagó el precio de mi perdón
Y no hay palabra que quiera hablar
Ni hay canción que se me antoje cantar
Pues si no es para ti
No hay razón para poder existir
Eres el aire, la lluvia
La risa de los niños
La fuerza, la calma
La guía en el camino
Misterios, estrellas
Galaxias y sorpresas que llenan
Eres la noche, el día
La luz que me ilumina
Destino, pasado
Tesoro más preciado
La llave, la puerta
La voz que me alimenta y alienta
Tu amor hace eco en todo mi universo
Eres tú la razón por la cual perdido ya no estoy
Mi dolor se marchó por la fuerza de tu abrazo y calor
Y no hay palabra que quiera hablar
Ni hay canción que se me antoje cantar
Pues si no es para ti
No hay razón para poder existir