La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Alaba el nombre de Jesús
Su gracia y su poder, el Salvador
Postrados ante el Rey de amor
Atesorado Dios, el redentor
No hay otro Santo, grande y bueno
Como nuestro Dios
Rey de Reyes, Dios de gracia
(Tú reinas, tú reinas)
Majestuoso en toda gloria
(Tú reinas, tú reinas)
Exaltado en santidad, digno de todo loor
Tú reinas mi Señor
Nuestro tesoro eres tú
Cantamos con amor y gratitud
Proclaman todos a una voz
que Cristo vivo esta y nos ha perdonado
No hay otro Santo, grande y bueno
Como nuestro Dios
Porque mi vida restauro
la esperanza renació
A casa el prodigo llamó (Tú reinas, tú reinas)
Misericordia le mostró (Tú reinas, tú reinas)
Pues su sangre derramó (Tú reinas, tú reinas)
Mi pasado olvidó (Tú reinas, tú reinas)
Hijo de Dios, el Salvador (Tú reinas, tú reinas)
Rey de Gloria, el Redentor