La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Antes de la tierra existir, y antes del Sol brillar
Antes de la Luna, antes de las estrellas, ya reinabas
Con su puño medio, el mar y su profundidad
Medio el cielo con sus palmas
La tierra como alfombra para sus pies descansar
Oh que Grande mi Dios
Como Él no hay ninguno, su poder no tiene igual
Oh que Grande mi Dios
Yo se que soy su creación, el rey de mi corazón
Es alfarero, yo el barro, me rehace como quiera
Yo tan débil, Él tan fuerte, la fuerza que me mantiene en pie
Cuando preciso su perdón, es el cordero inmaculado
Más el León que me protege, cuando estoy tan vulnerable
Soy imperfecto y Él es la definición de perfección
Soy una hoja por el aire, y Él es viento que da la dirección
Yo soy nada y Él es todo, y su amor es tan profundo
Que prefiere entregarse y fallecer
A otro día más sin mi