La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
No, ya no quiero cantar por cantar, no quiero más falsedad.
Ya no quiero mis labios mover para ofrecer, pero nunca dar.
Y para decir pero no vivir.
Para cantar por cantar.
En mi vida voy a dar un concierto de verdad.
Y cada día sin hablar, te llevaré serenata espiritual.
Señor, yo sé bien que te gusta escuchar esta canción de humildad.
Ya no quiero mil notas cantar para ofrecer, pero nunca dar.
Y para decir, pero no vivir.
Para cantar por cantar.
En mi vida…
Con todo mi corazón Señor, llevaré ante tu altar, Serenata espiritual.
Oh, oh, oh, oh, oh, oh.
Y cada día sin hablar, te llevaré amor.
En mi vida…