La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Mi incredulidad tu rostro escupió
Y mi rebelión los clavos preparó
Yo también gritaba: "¡crucifíquenle!"
Y me dices: "¡nada escuché!"
Con mi necedad tu espalda lastimé
Con espinas también te coroné
Y aun así clavado en esa cruz
Me dijiste: "¡ven, yo soy jesús!"
Buscad, buscad, buscad y hallaréis
Tocad, tocad la puerta y abriré
Venid aquí al pie de esta cruz
Venid a mí, yo soy
Yo soy jesús
Con mi culpa tu costado traspasé
De tu agonía sólo me burlé
Y aun así clavado en esa cruz
Me dijiste: "¡ven, yo soy jesús!"
Y aun así clavado en esa cruz me dijiste: "¡ven,
Yo soy jesús!"