La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Yo te llevo, desde niño, muy adentro
Te encontraba en el pájaro en la flor
En la tierra, en la lluvia y el silencio
Y en mis sueños, cada noche, estabas tú.
Desde entonces, quiero darte, siempre gracias
Porque puedo darme cuenta de tu amor
Beberé de tu cuerpo y de tu sangre
Y por siempre te daré mi corazón.
Como no creer en Dios
Si me ha dado los hijos y la vida
Como no creer en Dios
Si me ha dado a la mujer querida.
Como no creer en Dios
Si lo siento en mi pecho a cada instante
En la risa de un niño por la calle
O en la tierna caricia de una madre
Como no
Como no creer en Dios
Si está en las viñas y en el manso trigo.
Como no creer en Dios
Si me dio la mano abierta de un amigo
Como no creer en Dios
Si me ha dado la tristeza y la alegría
De saber que hay un mañana cada día,
Por la fe, por la esperanza y el amor.
Como no creer en Dios.