La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Amanece en la ciudad
Y entre los desfiles de su carnaval
Alguien pasa inadvertido porque no quiso disfraz
Tenía el sueño de volar
La locura ató su cuerpo a un pedestal
Y lo cubren los molestos restos de la tempestad
Gira el aire, ya no le ilumina el Sol
Y la lluvia lo hace un náufrago sin corazón
Y ahí se queda el pensador
El dolor en singular
Convirtió en su templo aquella oscuridad
Son endebles los cimientos de la noble soledad
Deja todo el ruido atrás
Algo dentro ha dado un giro
Y se pregunta: ¿En qué te has convertido?
Nada ocurre por casualidad
Piernas pétreas y ojos ciegos de buscarte
Se abrieron con el relámpago
Volvió su voz
Y la canción del pensador
Si alguien vive en mis adentros
Sabe que me gusta hablar
Y que guardo largas charlas
Del diablo con mi alma
Si alguien vive en mis adentros
Sabe que me gusta hablar
Y que guardo largas charlas
Del diablo con mi alma
Piernas pétreas y ojos ciegos de buscarte
Se abrieron con el relámpago
Volvió su voz
Y la canción del pensador
Si alguien vive en mis adentros
Sabe que me gusta hablar
Y que guardo largas charlas
Del diablo con mi alma
Si alguien vive en mis adentros
Sabe que me gusta hablar
Y que guardo largas charlas
Del diablo con mi alma