La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Soy como un niño perdido
En el valle de muerte
Soy una pluma flotando
Sin rumbo en el aire
Mas en mi corazón lo sé,
No puede ser que frágil soy
Anoche entre mis sueños recordé
Al niño que en mi mente un héroe fué
Hoy siento hasta las nubes alcanzar
El mundo es muy pequeño y sé volar
Soy como un muro maltrecho
Por años de ataque
Soy un cristal que se quiebra
Si lo roza el aire
Mas en mi corazón lo sé,
Me has hecho fuerte como el sol