La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
No me diste tus caricias, y tus besos
se fugaron por la negra tempestad
y mi alma se contenta, no la envicias
al mirarte en mi piel un día más
El estío llega con mil esperanzas
de ofrecerte nuevamente el corazón
y guardar aquella injusta y cruel mentira
en alguna arruga añil de la razón
Sí, un gracias te mereces, no lo niego
me obsequiaste la grandeza de crecer
de entregar mi vida entera como un ciego
que sintiendo tu calor no pudo ver
Sí, un gracias te mereces, no lo niego
me obsequiaste la grandeza de crecer
me di cuenta de todo lo que tengo
para darle a quien me sepa bien querer
Soy remanso y torbellino que da vida
si me saben conquistar y enternecer
porque el sol que me acaricia al mediodía
va borrando las angustias de mi ayer
Te agradezco, no hubo nunca despedida
tus palabras las voló el ventarrón
y mi alma aniquilada y tan vacía
se levanta mientras pasa el nubarrón
Sí, un gracias te mereces, no lo niego
me obsequiaste la grandeza de crecer
de entregar mi vida entera como un ciego
que sintiendo tu calor no pudo ver
Sí, un gracias te mereces, no lo niego
me obsequiaste la grandeza de crecer
me di cuenta de todo lo que tengo
para darle a quien me sepa bien querer