La música cristiana es de origen judío: la liturgia musical de la sinagoga, en particular el canto psalmódico de los judíos como unidad poética musical, fue un legado preciado transmitido del Israel antiguo al cristianismo primitivo, como forma de manifestar tanto a nivel personal como comunitario las creencias religiosas y la fe en Dios.
Son luces que cambian destinos
Son cruces con otros caminos.
El corazón como medida,
No dueños de sus propias vidas
Ellos van
Bailando con los que luchan,
Aquellos que permanecen,
Las voces que no se escuchan
Hoy gritan, no desfallecen
Samaritanos permanentes
Volando en un avión de ida.
Emparentados con lo urgente
No dueños de sus propias vidas.
Ellos van
Bailando con los que luchan,
Aquellos que permanecen,
Las voces que no se escuchan
Hoy gritan, no desfallecen.
Quiero beber de la copa
Con los que no abandonan.
La fuente que no se agota
La vida entera emociona.